martes, 16 de diciembre de 2014

Una lección necesaria pero difícil


 Leer | Salmo 27.14 | ¿Se ha preguntado usted alguna vez por qué el salmista une al consejo de esperar al Señor, con la exhortación de esforzarse y ser valiente? La razón es que, a veces, esperar es lo más difícil de hacer. De hecho, la práctica de la paciencia es una de las lecciones más importantes de la escuela de la obediencia; es esencial que el creyente aprenda a esperar en Dios.

 La cultura moderna vive con mucha prisa: ¡Tengo que tenerlo ya! ¡Tengo que hacerlo ya! Hemos sido enseñados a permanecer en un estado permanente de alerta. Se necesita valentía para mantenerse quietos cuando todo el mundo está apresurado. Se necesitan fuerzas para obedecer cuando nuestro corazón nos dice: “¡Hazlo ya!”, mientras que Dios nos susurra: “Espera”. Pero la gente se apresura a actuar porque tiene miedo de perderse de algo. Los creyentes que aceptan esa actitud se apresuran a hacer cosas, y después esperan que el Señor los bendiga.

Dios no deja nada al azar. No pone delante de nosotros una decisión teniendo la esperanza de que hagamos lo correcto. Eso sería irresponsable y ajeno a su naturaleza. El Padre celestial está más que dispuesto a enseñarnos lo que debemos hacer, porque está interesado en nuestro bienestar. Pero hasta que el Señor deje claro cuál debe ser el camino a seguir, tenemos que hacer una pausa y esperar.

Esperar en Dios no es pasividad ni tampoco una excusa para evadir responsabilidades. De hecho, quienes buscan la voluntad de Dios son los que hacen una pausa para orar, escrudiñar la Palabra y ayunar antes de actuar; mientras siguen sirviendo a Dios dondequiera que puedan.


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